domingo, 16 de junio de 2013


Apenas ayer, en ese día soleado y caluroso donde pendían de nuestros cuerpos las gotas del sudor por la alta temperatura del sol de la primavera; apenas ayer mientras buscaba la inspiración en esos ojos del único café que me quita el sueño.
Fuímos cuatro bellos especímenes compartiendo el desayuno en la terraza por demás llena de familias, los cuatro con lentes solares que disimulaban las bolsas debajo de los ojos y demás restos de la cruda de la noche anterior; el mesero servía amablemente el café...ese líquido negro cayendo de la cafetera en cada taza con un feo logotipo; el mantel lucía arrugado y recién lavado, sin embargo no podía evitar voltear a ver de reojo la negras uñas de tus manos sin sentir esa necesidad de rozar accidentalmente con mi mano derecha el meñique de tu mano izquierda.
El joven enfrente de mí, apenas le conocía pero hablaba con una naturalidad y como si fuésemos amigo de años, compartía una amistad un poco más añeja con las jóvenes -tú entre ellas- que estaban a mi lado derecho e izquierdo. La del lado izquierdo había sido una extraña casualidad que nos conociéramos, más debo de admitir que de no ser en gran medida por ella y una de sus invitaciones dentro del más estricto ámbito profesional no hubiese tenido la oportunidad de reencontrarte.

Y así fue que la mañana discurrió entre la plática que en momentos rayaba en lo banal, discurría de chismes a anécdotas y una tímida organización de una fiesta, pero no podía dejar de encontrar ese extraño y exótico café parduzco de tus ojos algo encantador, algo que por momentos me obsesionaba y no me dejaba dedicar mis pensamientos a prestar más atención a la plática casi interminable de los demás.
Y en esa tarde por un accidente casí intencionado tuve que dejar ver un rastro de mi triste pasado...rastro que a veces lamento porque al parecer me ha alejado de tus labios por un tiempo indefinido.
Así es como ha discurrido mi vida desde aquel suceso de hace cuatro años que no me ha dejado y no me va a dejar y que he de llevar con absoluta sonrisa y orgullo a pesar de lo que ocurra, a pesar de que haya alejado a otras personas de mi vida.
Solo logro recordar y querer congelar el tiempo en aquel instante en esa noche de domingo en que nuestros labíos se acariciarón tímidamente por primera vez.

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